lunes, 4 de septiembre de 2017

Última salida a los chocos memorable

Última jornada de verano con un desenlace inimaginable


Era el último fin de semana ya. El de recoger. Dos días de duro trabajo para justificar cuatro meses de disfrute. Es la dolorosa rutina de todos los años. La que nos marca que se acerca el largo, frío y monótono invierno. Previamente quedo con Ángel en realizar una última salida. 

Cuando llego a la zona, el viento azota con fuerza el mar. Yo lo veo impracticable. Ángel es optimista. Ya tenía preparado el chuliño para echarlo al mar. Las condiciones son límite para nuestra embarcación, pero el espíritu positivo de mi compañero, me acaba contagiando


Como anécdota decir que normalmente llevamos un cubo a bordo, pero Ángel insistió que llevásemos dos, que nos harían falta. Yo me mofe abiertamente. Dadas las circunstancias, dudaba mucho que pudiésemos sacar algo del mar, mucho menos llenar dos cubos. Pues nada, enfilamos el camino a la playa y ponemos el bote en el mar.

El aire era intenso, mucho. El motor se defendía como podía. La embarcación apenas avanzaba y nuestros movimientos de deriva eran erráticos. La primera pasada fue nula, la velocidad era excesiva. Ángel calibró los parámetros necesarios para intentar conseguir una deriva aceptable. Ahí llegó el momento. Comenzaron las picadas de manera sobrenatural. Yo llevaba caña y línea, y no daba a basto. Mi compañero sacaba piezas del mar como un poseso mientras se afanaba en lidiar con el rumbo de la nave. Infinidad de cefalópodos se quedaron a medio camino debido al frenesí de la actividad y del momento. 

En un momento dado, tenemos que descargar el cubo pequeño en el grande. Seguimos en la batalla. El aire sigue con el empeño de alejarnos de la costa, pero nuestro modesto motor se opone con todas sus fuerzas. Seguimos luchando contra los elementos mientras seguimos arrebatando chocos al mar. La actividad roza lo absurdo. Picadas constantes. No hay tiempo para el aburrimiento o la relajación. Por momentos parece que cesa esta vorágine, eso es por que nos salimos de zona, rápida y diligentemente, Ángel nos vuelve a colocar en el sendero del triunfo. Volvemos a vaciar el cubo pequeño en el grande. Seguimos.

El mar se embravece más aún por momentos. Nuestra modesta nave lucha en un combate desigual. El indeciso vendaval nos hace perder el rumbo a cada momento y tener que rectificar la deriva. Pero los cefalópodos siguen subiendo por pares a bordo. El ocaso de la energía del motor se acerca, al igual que la luz solar. Cuando apenas hay visibilidad, decidimos dar por concluida la jornada. Lentamente el chuliño nos devuelve a la costa. Agotado, extenuado, después de una jornada en la que ha estado muy exigido.

Llegamos a la playa y escurrimos el cubo. Vemos el resultado perplejos. 13 Kilos de chocos en un par de horas con unas condiciones terribles. Un Ángel risueño y feliz me restriega, con razón y picaresca, la necesidad de los dos cubos. Última salida de este año del chuliño memorable. 

Un Saludo y Buena Pesca!

sábado, 2 de septiembre de 2017

Resumen temporada 2017

Año muy flojo en cuanto a capturas, pero muy rico en cuanto a experiencias


2017 no va a ser un año que recuerde por las capturas. Quitando un par de jornadas gloriosas, ha sido un año pésimo. Creo que ha sido el verano que he dedicado más horas a la pesca en mi vida, pero en cambio, la recompensa ha sido muy pobre. Así es la pesca.

Me quedo con el verano en si. Un clima increíble los tres meses. Solo 2 días de lluvias, y para eso, un par de horas nada más. Igual excesivo para la zona en la que nos encontramos. Los autóctonos estamos acostumbrados a veranos más variables. Extraña meteorología, pero sinceramente, yo no me quejo.

Me quedo también con el máster acelerado de pesca que Ángel y un servidor hicimos. Muchísimas horas en la arena y por el pedrero. Aprendimos mucho, y somos conscientes, de que aún nos queda mucho por aprender. Ha sido muy intenso y agotador, pero sarna con gusto, no pica.

Me quedo con la experiencia náutica. El chuliño nos ha salvado la temporada. Después de muchos bolos al alba con el spining, ahí estaba él esperando para darnos un paseo por la ría, ayudarnos a arrebatar los anhelados chocos del fondo del mar, y salvar la jornada. Ha sido una experiencia muy positiva y gratificante. Hemos disfrutado de momentos inolvidables, como cuando un choco le escupió a Ángel tres veces consecutivas en la cara (creo que hacía años que no me reía tanto) o cuando otro cefalópodo le hinco el diente en señal de rebeldía. También fuimos osados, realizando una travesía rozando los límites de la embarcación hacia un penedo en el medio del mar que creíamos debía tener actividad. No hubo pesca, pero solamente la aventura del viaje, mereció la pena.

Me quedo con las horas compartidas con mi piratilla, reacio a la pesca, pero dispuesto a sacrificarse para pasar más horas con su papi. Espero que con el tiempo aprenda a disfrutar de esta grandiosa actividad. También con los compañeros pescadores del lugar: Jose, Rafa, Sole, Mari, gente de bandera, apasionados por este hobbie, grandes pescadores y mejores personas. Y sobre todo con mi compi de batallas y tropelías: Ángel, del cual gracias a la pesca como nexo de unión, he descubierto una persona increíble, de las pocas que merece la pena en esta vida. Mi admiración por él es total, no lo niego. 

Bueno, por este año ya está, me quedo con todo lo citado anteriormente y recargo la ilusión para el año venidero. Ahora toca recoger todo y volver a la pesca urbana.







Un Saludo y Buena Pesca!