miércoles, 4 de abril de 2018

Festival Lubinero

Vorágine pre-primaveral de nuestras amigas Labrax


Hoy, como otras muchas ocasiones, me pase toda la tarde observando como un poseso el estado meteorológico del clima intentado encontrar algún lapso de tiempo de tregua para coger mis cachivaches y poner rumbo al muelle. La cosa no pintaba nada bien. Fuertísimo viento del Suroeste que azotaba sin tregua. Descargas momentáneas de agua que parecían mini diluvios. La primavera no da llegado, parece que estamos entrando en el invierno en vez de estar saliendo de el. Y esto no tiene trazas de cambiar a corto plazo. Pero el ansia esta ahí, metida dentro, muy adentro. Aun observando el percal, me armo de valor y encamino ruta al pesquero.

Nada mas llegar me doy cuenta que la cosa no pinta nada bien. Fuerte vendaval de superficie que clarea demasiado las ya de por si transparentes aguas. Por si fuera poco, el viento es racheado y gélido. Llevo mas capas de ropa que una cebolla, pero cuando el dios Eolo atiza de frente, es como si estuviera pescando en canicas. Busco una posta más o menos refugiada y comienzo el recital de lances. Nula actividad. Me voy desplazando a lo largo del litoral pero el resultado es el mismo. En alguna ocasión noto algún leve toque, pero nada reseñable. Vuelvo a desplazarme al punto de partida y consigo engañar a una pequeña lubineta que vuelve a su medio ipso facto. Prolongo mi estancia por la zona durante una hora más sin noticias al final del sedal. Dado el éxito en la zona, decido cambiar de lugar para efectuar unos últimos lances y poner fin a la jornada.

Cuando llego observo a un pescador acompañado de su novia tentando suerte. Me aparto un poco para no interferir en su posta y me pongo a lanzar. En la primera recogida noto ebullición en superficie justo debajo de mis pies. El corazón se me acelera. Apresuro el recorrido del vinilo para llegar rápido, y cuando la gomita merodea la zona caliente, sendos lomos plateados acechan desde el fondo. Adrenalina a mil. Lanzo de nuevo y Plof! liada padre en el trenzado. No me lo puedo creer. Seguramente con la emoción habré metido la pata. No hay tiempo, tengo que solucionar esto enseguida. Me dirijo al coche a coger las tijeras para reformar el montaje y el muchacho que estaba pescando me dice: "Hola. Que andas con el vinilo? vente para aquí que están saliendo". Con las pulsaciones a dos mil intento serenarme un poco para poner mi equipo en orden y me acerco a su lado dispuesto a probar fortuna. Cuando bajo a las piedras no doy crédito a lo que veo. Varios bancos de bogones son atizados incansablemente por las lobas. Es una orgía gastronómica para ellas y un orgasmo visual para nosotros. Que maravilla, que gozada ser testigo de tan hermosa escena.

Comienzo a lanzar ansioso. Tras varias tentativas no hay premio. Esto esta plagado de manjares naturales y las lubinas no están por la labor de comer silicona. Cambio de estrategia y monto un paseante a ver si engaño alguna. Fracaso rotundo. Entre tanto, el muchacho arranca dos ejemplares del mar. Vuelvo al vinilo. Esta vez voy variando velocidades y parones. Premio. Una lubina más que decente se engancha en el anzuelo. Pela digna que acaba ganando lográndose zafar del hierro en el ultimo momento. El sol se oculta del todo y da paso a la luz artificial del muelle. El compañero recoge sus bártulos y se retira. Me comenta que a partir de esa hora puede entrar alguna, pero que el momento álgido ya ha pasado. Yo me quedo.

Me posiciono en la parte alta del muelle. Tengo una visión privilegiada de la zona iluminada del mar. En cada lance vienen 4 o 5 destellos plateados detrás del señuelo dándome pellizcos continuos durante el trayecto. Cambio de la recogida lineal a recoger a tirones y pongo las primeras lobas en seco. Esto es lo que les gusta hoy. Todas son devueltas al mar, tienen un palmo mas o menos de longitud. Sigo el carrusel de lances y el recital de capturas. En cada intento pongo una loba en seco. No me lo puedo creer. Cambio en un par de ocasiones de color de vinilo pero a ellas les importa un pijo, siguen entrando como locas. Entre captura y captura, alguna de porte me da una batalla digna, pero las minis son las que están mas activas. Sopeso parar un rato para coger la cámara del coche, posicionarla e inmortalizar el momento en vídeo, pero temo que el frenesí del momento se apague y me quede sin disfrute. Prefiero continuar pescando y vivir el momento.

Según avanza la noche y disminuye la marea, la actividad decrece. Llega un momento que las sigo viendo pululando por la zona pero hacen caso omiso al engaño, salvo alguna carrera corta sin mucha intención. Han sido dos horas gloriosas en las que he puesto en tierra unas 30 lubinas tranquilamente. Todas devueltas a su medio a excepción de dos glotonas y otras cuatro que daban la medida. Me lo he pasado como un crío la verdad. Ha sido un verdadero escándalo. Espero volver a repetir algún momento como el de hoy, para un pescador, no tiene precio.



Un Saludo y Buena Pesca! <º))))><