sábado, 18 de abril de 2015

Un Día Estupendo

Hoy fue un día maravilloso de reunión familiar. Aprovechando que celebrábamos el cumpleaños de la Gran Mama, y estábamos en territorio Arousano, decidí no dejar pasar la oportunidad y hacer unos lances en buena compañía.

El día era espectacular, comienzo de semana santa y un solazo imponente. Temperatura más que agradable. Marcamos hora y lugar para comer toda la familia junta y celebrar el cumpleaños de nuestra querida madre, La Gran Mama. Llegamos, aparcamos y de camino a la zona elegida tuve mi primer percance, perdí uno de mis dos pinchos para clavar la caña en la arena. Ni tiempo me dio a estrenarlo en condiciones, que le vamos a hacer.

La comida en si fue muy amena y agradable, con un ambiente muy distendido y jovial. Después la celebración, con el soplo de velas y entrega de regalos correspondiente. Finalizada la sobremesa decidimos acercarnos a la playa, unos para gozar del sol y el ronroneo del sonido del mar, y otros, para mojar sedal en nuestras amadas aguas arousanas.

El Patrón venía advertido y se trajo una caña. Yo como tenia dos, y no iba a ponerme en plan serio, decidí ofrecerle el manejo de una de ellas a mi Broder. El encantado aceptó la propuesta. Como cebo, me traje un batiburrillo de manjares para probar suerte: una caja de coreana, un calamar, un choco y un par de langostinos. Nos asentamos en la zona elegida y procedimos a armar los artilugios. Asesore al Patrón y le ayude a acomodar el bajo de su caña. En cuanto a la pesca de calamares es un crack indiscutible, pero en estos menesteres, aún está muy pez. Mi Broder mas o menos se manejó solo... el que tuvo, retuvo. Aquí dejo un par de instantáneas de nuestra posta:


Comenzamos con los lances. El resto de la familia nos jaleaba mientras disfrutaban a cuerpo descubierto, tumbados en sus toallas, de las primeras caricias del año de nuestro querido amigo Lorenzo. Las condiciones de pesca no era muy buenas. La marea comenzaba a desinflarse y la cantidad de lechuguines flotantes que se afanaban en enredarse en nuestras líneas era considerable. El espectáculo inicial lo proporcionó el Patrón, con la pelea con su caña y sus increíbles lances de 10 metros. Bromas aparte, la caña que tenía era muy corta y para más inri le faltaba el tramo de la punta. Aun así no se desanimó y siguió intentando con esmero.

Pasado un rato decidí comprobar el estado de mi cebo. Recogí y los familiares presentes observando el bamboleo del sedal, se crearon altas expectativas. Yo daba por hecho que dicho movimiento oscilante se debía simplemente a la construcción plana de los plomos. Mi sorpresa fue inmensa cuando a pocos metros de la orilla empiezo a notar tirones. No salía de mi asombro. Seguí recogiendo y al llegar a la arena me quede perplejo al contemplar una hermosa lubina abrazando mi anzuelo. Fue increíble. Menudo momentazo y anécdota nos regaló este maravilloso ejemplar. Aquí dejo testimonio del mismo:


Luego con la bajada del mar, probé suerte con los otros tipos de cebo. El resultado fue nulo. Mi Broder tuvo una bonita pelea con un enganche, y fue auxiliado diligentemente por el Gran Capitán. El Patrón continuó su maratón particular en la disciplina de lanzamiento de plomo en estilo libre. Finalmente, decidimos finalizar la sesión y recoger todo. Aproveche el instante para enviarle la foto de la lubina a mi gran compañero de surfcasting, Ángel, para ponerle un poco los dientes largos. El respondió amistosamente y con gran anhelo de perspectivas para dentro de un par de meses.

Como me había sobrado bastante cebo, decidí devolver al mar lo que salió del mar, así que me acerque a la orilla y deposite todo en el agua. Entre el batiburrillo de carnada que llevaba, me había sobrado un choco entero. Cuando mi padre, El Gran Capitán, se acercó a lavar los pies y vio el cefalópodo flotando en el fondo, no dudo en vacilar al Patrón. Lo llamo a gritos y le dijo que bajase con algo punzante que veía un choco nadando en el agua. El Patrón raudo y veloz, cogió uno de mis pinchos y respondió apresuradamente a la llamada. No fallo la estocada e hizo presa a tan escurridizo ejemplar. El cachondeo, vacile y risas fueron grandiosos hasta que se dio cuenta del entramado. No obstante, previamente, posó así de feliz para la foto pertinente:

Luego fuimos de recogida a tomar algo a un bar del pueblo. Ya que estábamos allí, entre el Patrón, mi Brodel y yo, decidimos prolongar la jornada de pesca e intentar probar suerte por la noche con nuestros amigos cefalópodos, eso si, previo consentimiento de nuestras respectivas. Aproveche el evento y me lleve a mi piratilla con nosotros. Caída la noche, nos personamos en el muelle. Nada más bajar del coche las perspectivas eran nefastas. Soplaba un viento del norte huracanado que hacía imposible la práctica de la pesca. El Patrón nos instó a cambiar de muelle para comprobar si dada la distinta orientación de este último el viento era menos dañino. Soplaba un pelín menos pero seguía siendo demasiado.

En el muelle se hallaba solamente un viejecito peleándose a capa y espada contra las feroces ráfagas endemoniadas del Dios Eolo. Encomiable su actitud, pero un tanto suicida. Como es de recibo, el Patrón se aproximo a pie de pesquero a comprobar las condiciones y a contrastar sensaciones con el paisano. Entre mientras, Zas!!! el viejecito noto una picada, pero una picada brutal. Nos rogó que le acercásemos un ganapan o algo similar. El Patrón cogió su artilugio y se apresuró a auxiliarlo. Pedazo de pepino que había clavado el señoriño. El Patrón no dudo en hacerse una foto con semejante ejemplar:



Ya habíamos decidido no pescar, pero visto lo visto, sabía de sobra que el tren había comenzado su camino y era imposible pararlo. Dicho y hecho. El Patrón una vez finalizó de ayudar al viejecito, se dirigió presto a coger su caña. El gusanillo de la pesca le había asestado un golpe fatal. Pues nada, mi Brodel y yo visto lo visto, no tuvimos mas remedio que desenfundar las armas y acompañarlo. Mi piratilla en un principio se quedo en el coche, pero finalmente, se animo y decidió acompañarnos:


Coger, no cogimos nada. Ni picada. El viento seguía siendo indomable. Aun así, lo pasamos en grande. El cachondeo era constante, los vaciles al "novato" de mi Broder eran tremendos a la par que su respuesta. Mi piratilla nos regaló grandes momentos como este:


Más tarde, cambiamos de caladero. Allí se estaba de lujo ya que se encontraba completamente al abrigo del vendaval que nos asolaba. Las risas y el cachondeo continuaron. Visto que no teníamos picadas, nos afanamos en realizar una divertida competición de lances. Llegó a tal punto la relajación que hasta cometí un error de novato no cerrando la presilla del gancho y perdiendo una potera por el camino. La única pena es que mi Brodel no capturo nada, misión que nos habíamos encomendado el Patrón y yo, pero bueno, espero repetir noches como esta y desvirgarlo de una vez por todas... aun sigue creyendo que lo de las luras es un mito o una leyenda urbana. Grandioso día con la mejor compañía posible.

Un Saludo y Buena Pesca!