sábado, 30 de julio de 2016

LA DORADA

Creo que después de esto, ya me puedo retirar, no creo que capture algo similar en mi vida.


La jornada de ayer fue increíble. Que noche. Hoy me levante relajado, feliz, sabiendo que había disfrutado de una de las mejores jornadas de pesca, si no la mejor, de mi vida. Desayune tranquilamente, mire el parte meteorológico, pintaba muy bien como la noche anterior. Por mi experiencia personal sé que es muy difícil que dos noches seguidas sean muy buenas. Pero vamos, que con que fuese la mitad de la anterior, me daba por satisfecho.

A media mañana me dispuse a recoger el requerido cebo. Hable con José: "Que? hoy de nuevo, no?" a lo que él respondió: "Claro, siempre que se pueda hay que estar al pie del cañón". José es una persona afable, de buen carácter infinito, dado siempre a los demás, un tipo entrañable, y aparte de esto, un pescador acérrimo, pasional al 100%, dedicado a tope, para mi personalmente, el mejor en el Surfcasting por estas aguas. Quedamos en ir de pesca por la noche.

Llegó la hora y pusimos rumbo a la playa. De camino íbamos comentando la espectacularidad de la jornada anterior. En cuanto llegamos nos dimos cuenta enseguida de que las condiciones eran similares. Esto pronosticaba buen augurio. Montamos los cacharros y comenzamos la pesca. Las picadas se sucedían a muy buen ritmo. Sargos y Lubinas besaban inexorablemente la arena una tras otra. Sin tiempo para el descanso, estábamos disfrutando de otra jornada gloriosa. En esos momentos ya estábamos asentados en la rutina pesquera. Eso era pescar.

El tiempo pasaba demasiado rápido como para poder disfrutar del momento, el viento seguía castigando con violencia, el mar era un batiburrillo desordenado de olas freneticas. Lo único que me apenaba, como la noche anterior, es que Ángel no pudiese disfrutar de esta velada. Se que lo hubiese pasado en grande. 

Según avanzaba la noche, el cebo menguaba. Como la actividad había decrecido un poco, decidi moverme a la playa contigua, ya en dirección de regreso, y probar fortuna allí. Volví a montar el arsenal, me parapete como pude del viento y a esperar. En ese lapsus de tiempo observe lo que llevaba hasta el momento: 4 lubinas y 5 sargos. Muy fructífera noche. Diciendo para mi mismo que aunque en este último spot no sacase nada, habría sido otra gran noche.

Mientras estoy disfrutando de un cilindro de nicotina, veo una de mis cañas doblar hasta el infinito. La adrenalina se dispara, y corro como un loco a tomar las riendas.  Mientras me apresuro corriendo voy observando como pega unos latigazos tremendos. No doy crédito. Sujeto la caña con firmeza y me doy cuenta de la magnitud legendaria de lo que porta al otro lado del sedal. Menudos zambombazos. Peleo con el carrete para tratar de aligerar presión en la línea, está muy tensa y temo que todo se vaya al carajo en cualquier momento. Una vez tengo estabilizada más o menos la situación, comienzo la batalla con el animal.

En principio según voy recuperando hilo me da la sensación de que es una uxa. Me motiva, pero no me entusiasma demasiado. Continuó la lucha. En momentos dudo, tengo quitado ya algunas uxas y la manera de tirar me resulta extraña. Por momentos se viene, pero en otros parece que pega unas arrancadas dignas de un fórmula 1. Hasta el momento había mantenido el puntero bajo para liberar tensión, pero por un instante parece que se deja ir un poco, levanto la caña y recojo con fuerza. Es ahí cuando mi corazón y mi cabeza dan un vuelco. En uno de estos embistes, salta fuera del agua y observo un lomo plateado. La Osti... no es una uxa. Es un bicharraco.

Ahí si. Ahí me emociono a tope. También el nerviosismo se hace palpable en mi persona. Peleo con el pez fieramente, pero esta vez, con el miedo de perderlo. Hasta medio camino se deja venir, pero una vez se arrima a la orilla pega unos sprints que me dejan tieso. Lo voy tanteando con mimo y firmeza, lo acerco, el corre para fuera, lo acerco, el corre para afuera. Una batalla descomunal. Tras largos 10 minutos de encarnizada batalla, parece que el animal se da por vencido, y poco a poco, con la ayuda de las olas, lo voy acercando a la orilla. Finalmente, ayudado por el mar, logro ponerlo en la arena. Sinceramente daba por hecho que era un robalo precioso, pero una vez que me acerco para darle la primera visual, no me lo puedo creer. Era una dorada... LA DORADA. Bestial! En los años que llevo pescando aquí, jamás había capturado un ejemplar de esta especie. Menudo porte, menudo estreno. Yo flipo. Mucho. Llamo a gritos a José y a Sole.

Vienen corriendo y cuando llegan alucinan tanto como yo. No se lo pueden creer. Pedazo de morlaco en un metro de agua. Más tarde, en ausencia de más picadas, recogemos todo y ponemos rumbo al hogar. Fue la primera vez en mi vida que vuelvo de pescar agotado por portar el peso de las capturas, y eso me ayudaron. José me comentaba de camino que en los 25 años que llevaba pescando en estas aguas, jamás vio sacar semejante dorada. Yo más que orgulloso, estaba perplejo. Anonadado. Menudo fin de fiesta para estos dos días extraordinarios. Como apunte, decir que la criatura pesó 3 kilos 200 gramos. Personalmente, es insuperable.



Un Saludo y Buena Pesca!

viernes, 29 de julio de 2016

Siiii.. Las lubinas han vuelto

Como echaba de menos las lobas. Jornada increíble, de las de recordar.


Después de unos días en casa arreglando cosas y descansado un poco de las vacaciones.. si, suena raro, pero las vacaciones cansan.. volvemos a nuestro lugar de retiro espiritual. Cuando llegó sondeo a mis compañeros pescadores como ha ido estos días la pesca. Jose me dice: "no te digo nada, mira directamente". Trae un capazo lleno hasta la bandera de lubinas de buen porte y buenos sargos. Los ojos se me ponen como platos. Me comenta que la noche anterior hacía un viento de carallo pero que los peces picaban como locos. 

Esas condiciones me sonaban de alguna que otra jornada gloriosa que tuve. Comprobé el parte y hoy tenía trazas de continuar el tiempo en la misma línea. Me faltó tiempo para cambiarme, coger mis trastos e ir a por miñocas como alma que la lleva el diablo.

Pasamos la tarde en la playa con la familia, pero mi cabeza ya tenía el ansia viva de que llegase la noche. Las horas no pasaban. A las 20:00, recogida, ducha, cena y preparase. A las 22:00 ya estaba enfilando la playa. El viento azotaba con gran violencia. El agua era chocolate puro. Esto me recordaba a una gran velada de lubinas que tuve, pero en esta ocasión todo era más intenso. 

Llegamos al spot. Fui montando como pude las cañas. Puse el mayor gramaje que tenía disponible. Nada más tocar agua la primera caña, picadón. Lubinaza que se venía a tierra. Otro lance, otra picada, espectacular. Entre mientras pasaron José y Marisol y les apremie para que montasen rápido, que estaban ahí. Así se sucedió toda la noche. El viento era tan intenso que llegaba a enfriar, pero con la actividad reinante no pude sentarme ni un minuto en dos horas, es más, sudaba como un pollo. Qué frenesí, qué gustazo, en momentos así, doy fe de porque a la pesca se la trata como un deporte. Era épico, las cañas dobladas hostigadas constantemente por el azote del viento, el mar ensordecedor batiendo con fuerza desmesurada la orilla, la arena salpicando por el aire espoleada por el aliento del embravecido vendaval... y en el medio.. tu.. solo... peleando contra los elementos intentando extraer los frutos del mar.

Agotado el arsenal de cebo, ponemos rumbo a casa. Llegué destrozado, cansado, agotado, pero realmente feliz, anímicamente satisfecho. Menuda jornada de pesca tan intensa. Grandes capturas, grandes picadas, gran noche. José también había triunfado y venia cargado de material. Parte de batalla: 9 lubinazas y 4 sargos. La única pena que me quedo, es que mi compi de pesca no pudiese estar presente por motivos laborales, hubiese disfrutado como un enano.



Un Saludo y Buena Pesca!