viernes, 29 de julio de 2016

Siiii.. Las lubinas han vuelto

Como echaba de menos las lobas. Jornada increíble, de las de recordar.


Después de unos días en casa arreglando cosas y descansado un poco de las vacaciones.. si, suena raro, pero las vacaciones cansan.. volvemos a nuestro lugar de retiro espiritual. Cuando llegó sondeo a mis compañeros pescadores como ha ido estos días la pesca. Jose me dice: "no te digo nada, mira directamente". Trae un capazo lleno hasta la bandera de lubinas de buen porte y buenos sargos. Los ojos se me ponen como platos. Me comenta que la noche anterior hacía un viento de carallo pero que los peces picaban como locos. 

Esas condiciones me sonaban de alguna que otra jornada gloriosa que tuve. Comprobé el parte y hoy tenía trazas de continuar el tiempo en la misma línea. Me faltó tiempo para cambiarme, coger mis trastos e ir a por miñocas como alma que la lleva el diablo.

Pasamos la tarde en la playa con la familia, pero mi cabeza ya tenía el ansia viva de que llegase la noche. Las horas no pasaban. A las 20:00, recogida, ducha, cena y preparase. A las 22:00 ya estaba enfilando la playa. El viento azotaba con gran violencia. El agua era chocolate puro. Esto me recordaba a una gran velada de lubinas que tuve, pero en esta ocasión todo era más intenso. 

Llegamos al spot. Fui montando como pude las cañas. Puse el mayor gramaje que tenía disponible. Nada más tocar agua la primera caña, picadón. Lubinaza que se venía a tierra. Otro lance, otra picada, espectacular. Entre mientras pasaron José y Marisol y les apremie para que montasen rápido, que estaban ahí. Así se sucedió toda la noche. El viento era tan intenso que llegaba a enfriar, pero con la actividad reinante no pude sentarme ni un minuto en dos horas, es más, sudaba como un pollo. Qué frenesí, qué gustazo, en momentos así, doy fe de porque a la pesca se la trata como un deporte. Era épico, las cañas dobladas hostigadas constantemente por el azote del viento, el mar ensordecedor batiendo con fuerza desmesurada la orilla, la arena salpicando por el aire espoleada por el aliento del embravecido vendaval... y en el medio.. tu.. solo... peleando contra los elementos intentando extraer los frutos del mar.

Agotado el arsenal de cebo, ponemos rumbo a casa. Llegué destrozado, cansado, agotado, pero realmente feliz, anímicamente satisfecho. Menuda jornada de pesca tan intensa. Grandes capturas, grandes picadas, gran noche. José también había triunfado y venia cargado de material. Parte de batalla: 9 lubinazas y 4 sargos. La única pena que me quedo, es que mi compi de pesca no pudiese estar presente por motivos laborales, hubiese disfrutado como un enano.



Un Saludo y Buena Pesca!

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