miércoles, 16 de julio de 2014

Pescar no siempre es lo importante


Hoy hubo cambio de tercio, pocas capturas, pero tuve la mejor compañía del mundo posible y una experiencia inolvidable

Me apetecía ir a pescar. Pero esta vez quería abrir un poco mis miras y probar otras sensaciones. Después de una tarde estupenda de playa, y ya de recogida, venía dándole vueltas a la cabeza con la idea de volver a tocar sedal. Lo de los calamares ya lo tenía superado, ya era algo que podía tachar en la lista que todo hombre tiene de cosas que hacer en la vida. Ahora me estaba planteando cambiar de tercio y probar dentro del maravilloso mundillo de la pesca, otra disciplina.

Bendita coincidencia. Justo mi vecino Ángel, gran compañero pescador y mejor persona, me propuso hacer una incursión por la noche y atacar a los espáridos desde la protección de la arena de la playa. Ya me había insistido en otras ocasiones, pero nunca me había decido a acompañarlo. Hoy si. Hoy me apetecía. Además, mataba dos pájaros de un tiro, podría probar otra modalidad de pesca que tenía abandonada desde hace años... el surfcasting. Me lo puso en bandeja de plata, hasta me ofreció cebo, evitándome el engorro de tener que ir a recogerlo.

Para más Inri, ese día parecía que todos los astros se alineaban en mi favor. Desde que me infectó el virus de la pesca, siempre quise llevarme a mi piratilla conmigo. Pero en otras ocasiones debido a que me tenía que desplazar en coche, y que las horas de regreso eran intempestivas para una criatura de 6 años, no se adecuaba el momento. Pero hoy si. El lugar de pesca era cercano a nuestra residencia y se podía llegar a pie en unos minutos.

Así que prepare el equipo. Él preparó el suyo con toda la ilusión, mimo y entusiasmo que puede emanar de un niño ante un evento que le emociona. Cenamos y nos pusimos en marcha. El camino fue un derroche de sentimientos y alegría desbordante... "voy a pescar con papi!!" decía a todos los vientos. Normalmente, el camino se hace un poco duro sobre todo a la vuelta, al tratarse de casi 15 minutos sobre arena. La verdad, pareció que fuesen segundos.

Llegamos al lugar elegido. Ángel, ya más curtido en estos menesteres, comenzó con la posta de su instrumental, yo hice lo propio con lo mío. Entre mientras, fui ayudando e inculcando los valores de la pesca a mi piratilla. Prestaba atención a cada suspiro que emanaba de mi boca con la intensidad que tiene un galgo a la espera de que su dueño le lance la pelota. Después de todo el trasiego, nos pusimos a la faena. 

Él usaba una caña que le habían regalado por su cumple. No era la propicia ni mucho menos para pescar desde playa, es más, yo diría que tendría más posibilidades de que me tocase la lotería a que sacase algo vivo en la punta de su sedal. Ese aparejo estaba concebido para la iniciación desde rocas o muelle, pero bueno, lo importante era el aprendizaje y que disfrutase del momento:


Pasó un rato, y sus ilusiones y emociones iniciales fueron decayendo. Trate de convencerlo de que aguantase un poco más, pero rápidamente se vino abajo. Llegó el momento de guardar su instrumental, se arrimó a mí comenzando a entonar la temida cantinela del regreso y, dado que la noche era propicia y tenía todo el tenderete montado, procedí a llamar a mi mujer para ver si le apetecía dar un paseo, y de paso, recoger a la criatura. Ella accedió para mi consuelo. 

Entremedias, Zas!! latigazos en la punta de una de mis cañas. Ahí hay algo seguro. Pego el tirón reglamentario y comienzo la recogida. El peque se viene arriba. Una vez me cerciono de que todo está correcto, le cedo a él los honores de traer el ejemplar a tierra. Con la emoción desbordando por sus poros y sus ojos inyectados en ilusión y excitación, prosiguió con la recogida hasta traer al espárido a la arena. Era un sargo de tallaje medio, pero a él le debió de parecer un róbalo de 7 kilos. Qué contento estaba, alucinaba con el pez dando saltitos en la arena... "mira papi!!! he cogido un pez!!"


Al poco rato, apareció mi mujer en escena. El ya no quería irse, normal, yo tampoco, pero en ese momento mis planes se vieron truncados de repente. En cuando se diluyó la luz del día, y la noche empezó a hacerse dueña y señora, busque entre mis bártulos mi linterna de cabeza, y.... maldición!!! me la había dejado en casa. Vaya fiasco. Me resigne y asumí que tendría que volver con ellos. Cogí el sargo que había pescado tan ferozmente mi piratilla y me dirigí hacia el puesto de Ángel para cedérselo, y de paso, comentarle la situación.

Cuando me dispuse a volver a mí puesto a recoger mis cosas, observe desde la distancia a mi peque gritando, dando botes, no sé, no sabía realmente que estaba pasando. Según me fui acercando veo para mi asombro otro sargo varado en la arena enganchado a mí otra caña dando saltitos. Me quedé perplejo, sin palabras. Le pregunté a mi mujer y me comentó que el peque vio qué la caña se movía, y comenzó a recoger, recoger, y recoger, y al final salió un pez..."Papi!! miraaa!!! lo he pescado yo solito!!!!". Yo entre asombro y orgullo, no cabía en mí mismo. Recogimos todo, y tuvimos anécdota para el resto de ese día, y días venideros.

Un Saludo y Buena Pesca!

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