viernes, 25 de enero de 2019

Bacanal Lubinera

Cuando crees que has tocado techo, pues no, este se rompe, y aun hay una planta mas arriba.


Menudo mesecito de enero... para enmarcar. Sinceramente ni en el mejor de mis pensamientos podría esperar estos resultados. Tras comenzar el año de manera increíble con la enorme pescata de pintos, la diosa fortuna, o el mismísimo Neptuno, tenía algo más reservado para mi.


Todo comenzó ayer. Tras una temporadita en dique seco, por culpa de una dolencia típica de estas fechas debido al frió, humedad y lluvia, quería volver a la acción. Esta semana algún compañero de muelle me comento que los calamares estaban desaparecidos, algo normal en los últimos años durante estos meses. Antaño, sobre estas fechas, salían pocos, pero los que asomaban eran barras de pan, merecía la pena tentarlos un rato a sabiendas de que el premio, si tocaba, era gordo. Desde hace tres o cuatro años, se ve que la panadería ha cerrado por estos lares. Para mas inri, llevamos una temporada en la que los chocos no arriman a tierra. Visto el percal, decido que hoy tocaba paseito a spinning. No obstante, sinceramente, no tenia muchas expectativas, suelo hablar con los pescadores de a zona y sigo muchos foros, webs, etc. y se que el tema esta jodido en todas partes.


Calcule la hora del crepúsculo, y en el momento indicado, enfile el camino a la beira del mar. En cuanto llegue al muelle, saque las armas, y me puse a pescar. Después de unos cuantos lances, se acerco un compañero que iba a darle un rato al egging. Nos saludamos y me comento que el mar estaba para la lubina. Ciertamente no estaba mal, aunque a mi particularmente no me convencía. Un viento bastante fuerte del noreste rompía con saña la capa superficial del agua, algo bueno en teoría, pero a un servidor los mejores resultados en estas aguas siempre se le dieron con viento sur o oeste. Tampoco me entusiasmaba la claridad del elemento, demasiado transparente y limpia para mi gusto. Aun así habíamos venido a jugar, y jugaríamos hasta el final.


Según se iba diluyendo la claridad, primer atisbo de vida en el fondo. Sutil caricia al señuelo que me motiva. Tras varios intentos más de sondeo por la zona, premio. Picada de una pequeñaja valiente que quería cenar gominola. La pongo en seco y se la enseño al compañero mientras lo vacilo diciéndole que aparque los pajaritos, y se ponga a pescar como los hombres, peixe de verdad. Tras el cachondeo, protocolaria suelta de tan bello animal. Durante un rato sigo dándole duro al tema sin noticia alguna. Entre mientras, unos cuantos pescadores mas hacen acto de presencia en la zona. Comparto con ellos media hora sin noticias ni de lubinas ni de calamares. El viento se torna irritante y gélido, así que un poco hastiado, me desplazo, y voy testeando otras zonas cercanas.


Llego a una playa mas recogida del aire, en la que en otras ocasiones ya me ha agraciado con alegrías, pero siempre con luz natural. Ahora mismo estaba todo en penumbra. El calado de la misma es irrisorio, apenas dos metros de agua en pleamar con mareas fuertes, de hecho, en bajamar queda en seco. Pero bueno, como se suele decir, en esto de la pesca, nunca se sabe. Ya en el primer lance noto algo en el sedal. Al principio dudo si ha sido fondo o algún bicho que se ha interesado por el artilugio artificial. En el segundo lance se despejan las dudas. Picada. Emocionado traigo al animalito a secano. Es otra lubinita feroz. La observo con alegría y la pongo en libertad. La siguiente hora de carrusel de lances fue un espectáculo. Casi siempre en cada uno tenia acción al final del sedal, ya fuese picada, tentativa o alguna que se enganchaba y quedaba por el camino. Lo estaba gozando como un crío pequeño. De hecho en las primeras capturas se me escapo algún grito de "Vamos!" "Toma!" o algo parecido, y algún transeúnte que merodeaba la zona paseando su mascota, me observaba perplejo. Lo curioso es que lanzaba a una zona determinada de unos quince metros, y siempre había tema, pero si me desplazaba a un lado o a otro un pedazo, nada, ni olerlas. En cuanto el mar se alejo, se fue la diversión. Pase una hora entretenidísima, con un balance de once piezas, ocho de las cuales fueron captura y suelta. Solamente me lleve tres que daban la medida reglamentaria. Se las regale a un compañero de pesca, Manolo, el cual aprecia sobremanera el sabor en el plato de una buena lubina salvaje. Toda la jornada con el mismo vinilo chinorri del Aliexpres... nunca un euro me dio tanto juego. Llegue a casa en una nube con la satisfacción de apaciguar el ansia cumplida.


Por la mañana, después de dejar al peque en el cole, fui a dar unos lances. Hora y media infructuosa tocando las zonas que la noche anterior tantas alegrías me habían proporcionado. Nada. Ni rastro de ellas. Sinceramente no entiendo como en el mismo lugar, con la misma marea, los resultados son tan dispares de día y de noche. Por la tarde, aun con la motivación de la enorme jornada de ayer por bandera, quise volver a intentarlo. La semana venidera se avecina otro temporal y hay que aprovechar lo máximo posible. Antes de salir de casa fui consciente de que la suerte seguramente cambiaría para peor. Es la mítica regla de la pesca por estas aguas, cuando tienes un día bueno, tocan semanas de sequía. De hecho, llevaba casi dos meses sin tener una loba entre mis manos. Tenia asumido que me iba a comer un bolo como un mundo. No problemo. Yo con estar dando unos lances al lado del mar durante un ratito ya soy feliz. Baje mas temprano que ayer, ya que quería tentar un rato a los pintos. Un fuerte viento testarudo hacia imposible dicha empresa. Ofuscado por los planes truncados, enfilo camino al muelle. Una vez allí, vuelvo a probar las zonas cadenciosas. No hay señal de las labrax. Cuando la luz natural da paso a la artificial, decido cambiar de tercio. Armo el luminoso y el pajarito, y me pongo a tentar suerte con los cefalópodos. Saludo a Manolo y a los demás presentes que se hayan enfrascados en la captura de los amigos gelatinosos. El aire es gélido, cortante. Esta pesca tan pasiva no ayuda a apaciguar la sensación. Ni diez minutos aguanto de esta guisa. Vuelvo al muelle y rearmo los vinilos.


El guion se asemeja al de la jornada anterior. Pruebo unos lances en el muelle, y dada la inactividad, y el acoso del incomodo viento, me desplazo a la playa de ayer. Ya en el primer lance me doy cuenta que el cambio ha sido todo un acierto. Picada. Una preciosa lubinita que salio del agua a saludarme. La desanzuelo delicadamente y la pongo de nuevo en su medio natural. Continuo con el carrusel de lances y la vorágine es patente. Multitud de toques y picadas colman la experiencia. Cuando llevo un rato pasándolo pipa, me llama Manolo para preguntarme que tal, que de los calamares no hay noticia y que ya se marcha. Yo no le cuento nada y le digo que venga a mi posta. Casualidades de la pesca, justo cuando se aproxima, engancho otra labrax. Atónito se acerca y observa como pongo tan digno espécimen en secano. Sin vacilar le digo que desmonte los trastos de egging y le dejo un vinilo para que me acompañe en esta modalidad de pesca. Manolo es "virgen", nunca ha cogido una lubina en su vida, algo que a un servidor le sirve de motivación extra. Nos posicionamos y le voy explicando las pautas que humildemente entiendo son las correctas para esta empresa. Seguidamente pongo un par de ejemplares en tierra. Manolo alucina. Le sigo aleccionando y consigue su primer toque. Su reacción fue bastante cómica, típica de cualquier novato ante su primera toma de contacto con las reinas del mar. Le tocan un par de veces mas y se frustra por no clavarlas. Le explico el método, y al final consigue el premio. La manera de traerla y de izarla fue muy divertida también. Un manojo de nervios. Cuando la sacó del agua, poco menos, la lanza veinte metros para atrás. Pena no grabar estos momentazos. Finalmente consigue su anhelado premio embriagado por la felicidad de una meta cumplida. Continuamos con una hora más llena de actividad, entusiasmo y diversión. Las que sacábamos las mediamos, y las que no daban la talla, al agua de nuevo. Eso si que se lo recalque bien, las peques, a nadar que es su sitio. Mientras estábamos enfrascados en la bacanal pesquera, observaba como los veteranos dedicados a los cefalópodos, iban desfilando apesadumbrados tras una noche aciaga. Con el acompañamiento de la bajamar, nuestro entretenimiento se diluía. Como apunte, señalar que tanto yo, como Manolo pescamos con el mismo vinilo chinorri que utilice ayer.


Fuimos a su casa a hacer balance y la pertinente foto para el recuerdo, y como no, para mandársela a mi compañero de batallas, Ángel.. lo se.. soy un poco cabronazo. Sinceramente en el momento perdí la cuenta total con tanta locura. Finalmente yo capture quince, siete de las cuales fueron indultadas, y Manolo se estreno con tres ejemplares... menudo bautismo. Han sido dos jornadas consecutivas increíbles, memorables, épicas. Si sumamos el placer de "desvirgar" en esta modalidad a un apasionado de la pesca, la sensación se duplica. Se que probablemente mañana mismo me daré con un canto en los morros y volveré a topar con la cruda realidad, pero la satisfacción, experiencia y esta vivencia, quedara en mi recuerdo para siempre... y en el de Manolo.




Un Saludo y Buena Pesca! <º))))><



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